sábado, 25 de octubre de 2014

Diario de Irlanda. III

Allá vamos, tercera y última parte del viaje. Daría para más partes pero no quisiera convertir este viaje en algo interminable y cansino, en su día ya hubo momentos que lo fueron...
Seguimos en Cork, esa mañana visitamos una universidad que tenía jardines de ensueño. Enseguida pensé que con semejante entorno cualquiera iría con mucho gusto a estudiar. Celia a lo lejos enseña a Molly, una muñeca de tela que adoptamos el día anterior. Como no podía ser de otra manera es pelirroja y lleva un vestido verde. Me hace ilusión pensar que será un recuerdo tangible para ella.
 
Llamadme cursi, pero las rosas de este parque olían de maravilla, este jardín fue uno de los mejores momentos del viaje.
Cruzamos el río Lee y nos acercamos hasta Shandon para tocar las campanas de la iglesia de Santa Ana. Una actividad para niños muy famosa en Cork.
Esta iglesia anglicana nos mostraba una bandera arcoiris en señal de respeto hacia los homosexuales, en la torre pusieron más banderas. Luego en la entrada tenían estanterías con juguetes para niños, para que estén entretenidos durante la misa. Y en la puerta vi a una mujer con sotana negra y cuello blanco, ¿no os maravilla? Sé que son anglicanos, pero parecía el mundo al revés, algo irreal.
Celia tocando las campanas... la pena es que aparte de no saber los números no llegaba al libreto para seguir la melodía de la canción que escogiese. Podíamos tocar desde el feliz cumpleaños hasta canciones irlandesas conocidas. Una actividad muy, muy bonita.
El día de las campanas nos trasladamos en autobús hasta Killarney, en unas dos horas llegamos. Estábamos muy cerca del famoso anillo de Kerry, al cual no fuimos porque nos parecía mucho tute para las peques. Otro traslado de locos, a la aventura de acampar por primera vez con las niñas...  Todo salió muy bien, a pesar de que llovió casi toda la noche. Por la mañana, un montón de caracoles se desplazaban por fuera de la tienda y al abrir la cremallera varios cayeron dentro...
Ahora toca otro de los mejores momentos del viaje y el que más disfruté. ¡Andar en bici con las niñas de remolque por el parque nacional de Killarney! Cada uno llevaba a una niña. Estoy en una fase en la que me apasionan las bicicletas (ojalá no pase esta fase) y hacer rutas con ellas. Ese parque me enamoró.
En nuestro paseo en bici vimos un monasterio en ruínas, una mansión y mucha naturaleza...
Pasadas tres noches en Killarney tocaba recoger la tienda y volver a Dublín para tomar el avión. Celia ya en Dublín saltando en el aire emocionada con las palomas... ¡como si en casa no hubiese!
La catedral de San Patricio en Dublín, la visita no podía faltar y más tratandose de mi santo. Al día siguiente muy temprano volvíamos a España. Esto ya se acaba.
¡Una sesión de fotos con Holly, Ben y Gastón nos despista con la hora de la salida...! ¡Venga a correr por el aeropuerto! ¿Nos dejarán pasar?
¡Sí, lo conseguimos! Pudimos subir y ver esas nubes era reconfortante a pesar de mi miedo a volar. Subimos previa regañina de uno de los pilotos... ¡tal fueron las cosas!
Perdonad la entrada kilométrica, espero que os haya entretenido.
Fascinante país es Irlanda, volvería encantada. Hay dos curiosidades gastronómicas que me gustaría contar para terminar, en todas las ciudades o pueblos en los que estuvimos siempre me llegaba el mismo olor a carne condimentada y luego si querías comprar leche era muy difícil verla en tetra brick, sólo había leche fresca pasterizada, lo cúal me hace pensar... Deberíamos de preguntarnos si no estaremos abusando en España de las leches esterilizadas nada frescas.
En fin, que eso es todo.
¡Muy buen fin de semana!

viernes, 10 de octubre de 2014

Diario de Irlanda. II

Me traslado de nuevo a Irlanda, con esta segunda parte llegamos al ecuador del viaje.
Los primeros días tuvimos un sol radiante, pero a medida de que iban pasando los días conocimos el clima irlandés tal y como es: muy variable. Llovía y a los 10 minutos hacía un sol tremendo, su lluvia era parecida a un chispeo, como si desde el cielo le dieran al botón de un aerosol.
Aquí estamos en las afueras de Dublín y mientras esperábamos el autobús un abejorro dedicaba la mañana a visitar flores, una de tantas fotos hasta que por fin estuvo quieto... Realmente con la fotografía hay que tener mucha paciencia.
Ese día ibamos a una de las playas más famosas de Dublín, Bray. Mientras nos acercábamos a la estación de trenes caía esta foto con el Spire de fondo, como le llamo yo, La aguja de Dublín, Tiene una altura de 120 metros y le llaman el monumento de la luz. Visto desde cualquier sitio de la ciudad siempre causaba impresión.
Celia en el tren, primera vez que se monta en uno y se daba cuenta muy bien de que era un transporte diferente a los que acostumbra subir. Estaba como fascinada, creo que sucumbió al encanto que tienen los trenes. :-)
Alicia y yo en Bray. Era un día lluvioso y la playa en lugar de arena tenía sobre todo piedras y más piedras, algo que a Alicia le encantó. Mamá, atenta para que ninguna piedra fuera a parar a su boca.
Nos dimos un pequeño chapuzón a pesar de lo fría que estaba el agua, total ya estamos acostumbrados a las aguas frías de Galicia. Los niños te arrastran de alguna manera al agua, generalmente no hay manera de librarse. Pero en esta ocasión quería hacerlo sólo por el hecho de tocar aquellas aguas llamadas Mar de Irlanda.
Pasados un poco los malestares estomacales y pasados unos días en Dublín nos apetecía movernos a otra ciudad, Cork fue la elegida por ser una de las ciudades importantes del país. Mientras planeábamos nuestro próximo, agotador y motivador traslado nos encontramos con otro edificio de influencias griegas, era el edificio de correos.
Trayecto marcado en rojo. Fueron unas tres horas en autobús, así que para entretener a las niñas nos valimos de papel y colores, de Peppa Pig en el móvil y de benditas y agradecidas siestas.
Llegamos a Cork deseando descansar, pero por la mañana me desperté con ganas de levantarme y de explorar lo que había por ahí, sensación común en los viajes. Tenía el Full Irish Breakfast y A Cup Of Tea metidos en la cabeza, en la Crawford House había buffet y fui para probar algo irlandés, aunque realmente el desayuno irlandés se parece mucho al inglés, con sus salchichas, huevos y jamón fritos. Así como también comparten el mismo gusto por el suelo enmoquetado.
Paseando por Cork vistamos el Bishop Lucey Park, Celia tan sociable como siempre se acercó a una niña irlandesa más o menos de su edad. La niña sorprendida preguntaba a su madre qué decía, pero Celia parloteaba como si creyera que la entendía e igualmente se quedaba descolocada cuando la otra le hablaba... A pesar de sus problemas lingüisticos Celia y Amelie se las arreglaron para jugar y dibujar sobre la base de esta fuente con palos mojados en agua.
En el parque está la estatua de una vendedora de cebollas, algo que no deja de sorprenderme, generalmente las estatuas se levantan para políticos, escritores, poetas y como mucho para vendedores de periódicos que se hicieron conocidos... Estuve buscando en internet alguna historia sobre ella pero no sale nada. Me gusta que se recuerden a las personas así, sin necesidad de que hayan hecho cosas tan relevantes o trascendentales.
Después de dedicar el primer día a pasear por Cork fuimos a descansar. En nuestro camino de regreso vimos la Catedral anglicana de San Finbar, todo el edificio resultaba imponente. Recuerdo que en sus alrededores había lavanda, cogí un poquito de nada que metí en un bolsillo de la mochila y después cada vez que la abría o la cerraba me inundaba un olor refrescante y limpio. Desde entonces me propuse sembrar lavanda en una maceta, lo tengo pendiente...
Hasta aquí esta segunda parte, me quedo con ganas de continuar pero ya va siendo hora de volver a la actualidad.
¡Feliz fin de semana!