martes, 17 de agosto de 2010

Viento en popa por el Atlántico. Parte II

Lo sé, no estoy dedicando el mismo tiempo que siempre al blog ni a nada. Este verano está siendo movidito, espero decir más adelante lo que me trae de cabeza...
Aquí va la segunda y última parte del viaje en crucero, ya que entre otras cosas me gusta terminar lo que empiezo.
Quedé en nuestro siguiente destino: Arrecife, Lanzarote. Isla conocida como ''la isla de los volcanes''.
Esta excursión se desarrolló en autobús precisamente alrededor de los volcanes. El Parque Nacional de Timanfaya cuenta con 25 volcanes e infinidad de campos de lava, formando espacios sepultados o surgidos a raíz de las erupciones acaecidas entre 1730 y 1736.
En medio de esta tierra inhóspita nada más llegar, nos econtramos con dromedarios dispuestos a darnos un paseo...



El parque todavía tiene cierta actividad volcánica en sus entrañas. Si se escarba la tierra unos centímetros, obtenemos piedritas que queman a unos 60 grados. También las cosas pueden arder en minutos si se dejan en agujeros, incluso vimos parrillas donde asan carne gracias a las emanaciones de calor que produce la tierra.
Estar ahí y ser testigo del rastro que dejaron los volcanes ha sido impresionante, tal vez por eso también me pareció desolador. El paisaje es desértico y la tierra negra hace contraste con las casas blancas, como en esta foto:

Seis horas y estuvimos de vuelta en el barco. Recuerdo que esa no fue una buena noche, por los pasillos nos tambaleábamos con el vaivén del barco, el mar estaba muy agitado y el estómago mejor ni mencionarlo. No teníamos ventana al ser camarote interior, pero quienes sí tenían decían que las olas chocaban contra ellas. Seguramente es normal al tratarse de un crucero por el Atlántico, pero esos momentos no los quiero repetir. Sólo anhelaba estar en tierra.

Al día siguiente nos encontramos con aguas más calmadas, estábamos a punto de llegar a Marruecos, Casablanca. Me hacía ilusión pisar por primera vez África.
Nuestro guía era un marroquí muy agradable. Decía que teníamos suerte de estar allí un domingo porque durante la semana el tráfico es un caos. Nos enseñó a saludar en árabe, aunque no tengo ni idea de cómo se escribe.
Lo más interesante e impresionante fue entrar en la mezquita de Hassan II. Él mismo animó a los lugareños para que la construyeran. El interior puede albergar 25.000 personas y el exterior 80.000. Fue construída en una península artificial sobre el agua. No captamos la majestuosidad del templo, si queréis ver fotos entrad AQUÍ
La excursión terminó con una visita a los famosos bazares. Recuerdo que destacaban la visita como segura y que no tendríamos problemas de robos... Casablanca a pesar de tener esa grandiosa mezquita y de ser la capital económica del país, lamentablemente tiene mucha pobreza.

En el barco teníamos un diario, allí se consultaban horarios de actuaciones y de actividades, incluso sugerencias de cómo vestir... Una noche nos vestimos de gala porque todos íbamos a conocer al capitán. Nos parecía un poco peliculero y nos daba la risa, pero al final aceptamos ir.

Y nuestra penúltima parada llegó con Cádiz, creo que fue donde menos tiempo estuvimos. Simplemente nos dedicamos a caminar, seguíamos rutas turísticas que había en el suelo y conocimos sus calles estrechas y su bella catedral. Con tanta calor aprovechamos sus playas y al final nos dimos un buen chapuzón.

Al día siguiente ya desembarcábamos en Vigo y finalizaba este fabuloso viaje.

Por último, muchas gracias a Eliane y a Noelia por este lindo premio de reconocimiento a valores. Todos los blogs que visito merecen este reconocimiento así que se lo doy a ellos también.

jueves, 5 de agosto de 2010

Viento en popa por el Atlántico.

Julio ha sido el mes de los viajes, hay mucho que contar sobre ellos. Estuve intentando escribir sobre mi travesía por el Atlántico, que entre otras cosas me ha parecido una aventura.
Hacer un crucero me daba respeto por el mar, pero me animaron y decidí hacerlo. Quería dejarme de remilgos, aunque inevitablemente valoré más que nunca la tierra en la que piso cuando me encontré aquel mar profundo, inquieto y oscuro. Invade el sentimiento de que no somos nada ante el potencial del océano, somos algo pequeño e insignificante.

Nos embarcamos en Vigo un martes y llegamos a la isla de Madeira en el puerto de Funchal el jueves por la mañana, un día entero navegando. Ese día de navegación hicimos un simulacro de evacuación... Al oír la sirena de emergencia tuvimos que ponernos los chalecos salvavidas que estaban en el camarote y ver detrás de la puerta la ruta que nos llevaría hasta un bote salvavidas, un bote que decía tener capacidad para 150 personas y que siempre tenía comida y agua, al parecer había botes suficientes para todos. Delante del bote nos hicieron poner en filas de menor a mayor... recordé el Titanic y pensaba que en caso de hundimiento no todo iba a ser tan ordenado, el pánico puede hacer estragos. Menos mal que no subimos a los botes, el simulacro finalizaba.

El resto del día el equipo de animación ofrecía un sinfín de entretenimientos, pero nosotros nos entreteníamos a menudo mirando al mar, incluso había momentos en que el movimiento del agua era hipnotizante. En dos ocasiones avistamos delfines de distintas clases, era emocionante ver la naturaleza en su estado puro, sin ningún tipo de preparación, ellos saltaban y se zambullían en aquel océano porque querían.

Nuestra primera excursión por tierra fue en Funchal. Tuvimos la idea de recorrer parte de la isla en un jeep 4x4... El conductor era muy agradable y contemplamos magníficas vistas desde las montañas, pero a veces teníamos el susto metido en el cuerpo porque alguna que otra vez estábamos al borde de los precipicios. Fue una visita emocionante y enfocada a la naturaleza.

Pasamos unas seis horas en Funchal, nuestro siguiente destino era Santa Cruz de Tenerife. Otra noche más a bordo del barco, cuando tenía la voluntad de asomarme a la barandilla, la oscuridad en el exterior lo llenaba todo, sin una triste luz al horizonte. Y al bajar la vista, aguas negras se mezclaban con fuerza en la espuma blanca que dejaba el barco.

Llegamos a la mañana siguiente a Tenerife, otra isla paradisíaca proyectada al turismo. Esta excursión fue más tranquila. Nos encontramos con una amiga y visitamos La Laguna, uno de los sitios más variopintos de la isla por su casco antiguo. Sorprende con su temperatura, de asfixiarnos en el puerto pasamos a necesitar una chaqueta, es un valle y al parecer antes había una laguna. Estuvimos cerca de ocho horas en buena compañía, pero el barco nos esperaba y teníamos que embarcar de nuevo.

Espero contar más de este fabuloso viaje en otra ocasión. También dejo pendiente mi pequeña visita a Barcelona, ciudad que me atraía desde hace años. Por cierto, quería dar mi enhorabuena a la comunidad de Cataluña, fuera por el motivo que fuera, abolió hace unos días las corridas de toros en todas sus regiones. ¡Bravo! La tortura no es arte ni cultura.

Todas las fotos fueron tomadas por nosotros.